Se acababa el patio. Árnold renqueaba. Se acercó a mí mirándome fijamente a los ojos y dijo:

 

-¿Tienes wifi?

 

-No hay wifi en el instituto, Árnold, lo sabes perfectamente.

 

Árnold se quedó quieto, de espaldas a mí. Mirando aparentemente al vacío. El alumnado volvía a clase. Creí escuchar un zumbido. Pensé que el cielo amenazaba lluvia. Entonces, Árnold se volvió y me advirtió, sentencioso:

 

-Paco, el nuevo de plástica, es un doppelgänger de Devendra.

 

Dijo eso y se fue. Se dirigió al gimnasio. Yo me quedé pensando un instante. Nunca había caído en el parecido físico entre el chico nuevo de plástica y Devendra, nuestro psicólogo. Pero, ¿por qué llamarlo “doppelgänger”? ¿Estaba bromeando, Árnold?

 

Caminé hacia la sala de profesores. No tenía clase la hora siguiente. Me crucé con varios profesores y profesoras; entre ellos Paco. Me fijé en él, tratando de disimular mi interés. El parecido era evidente; quizá Paco era más joven y más moreno. Y sí, había algo en su mirada. Algo esquivo; quizá maligno. O quizá mi percepción había sido inducida por la afirmación de Árnold (Paco, el nuevo de plástica, es un doppelgänger de Devendra).

 

Recordé haber leído algo sobre la figura del doppelgänger. Se trata de una figura romántica, que ha inspirado numerosas ficciones (el famoso Mr Hyde de Stevenson, o el Goliadkin de Dostoyevski). La leyenda dice que cuando uno se encuentra con su doppelgänger, su doble maligno, la muerte acecha. ¿Se habrá dado cuenta de esto Devendra? ¿Tendrá que ver con su obsesión por levitar?

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