Siempre había estado atascada. Siempre con ese zumbido en la cabeza. Hasta que me hice un cambio de sexo. Yo había sido Jacinto Hernando Buendía. Me dedicaba a vender productos refonadísimos en una conocida franquicia herbolario. Luego, como Sonsoles Hernando Buendía pude dar clases en institutos de secundaria; con el aplomo que me garantizaba la confianza ganada en mi género.

A pesar de lo que, de vez en cuando, todavía me refería a mí misma en masculino. Cosa que perturbaba no pocas veces a mi alumnado. Sobre todo al de los cursos inferiores.

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